Malverde, santo protector de narcos
Voy a pagar una manda/ al que me
hizo un gran favor/ al santo que a mi me ayuda/ yo le rezo con fervor/ y lo
traigo en mi cartera/ con aprecio y devoción/ me fue muy bien todo el año/ por
eso ahora vengo a verte/ de Culiacán a Colombia/ que viva Jesús Malverde!/ este
santo del colgado/ me ha traído buena suerte.
En algunos de los corridos de
traficantes el bandido es el héroe alegre, despreocupado y dadivoso. Un ejemplo
palpable lo tenemos en Culiacán. A escasos metros de la Unidad Administrativa
de Gobierno se encuentra la capilla de Jesús Malverde, el bandido generoso
sinaloense que robaba a los ricos para dar a los pobres. Hoy, Malverde se ha
convertido en el santo protector de los narcotraficantes.
La historia del ánima milagrosa
de Jesús Malverde se remonta al tiempo de la dictadura porfirista, en donde las
clases sociales más pobres fueron objeto de abuso y explotación por las clases
privilegiadas (hacendados, militares, industriales y comerciantes).
En esos años, los hacendados
trataban como esclavos a los peones, quienes tenían prohibido mirar a los ojos
al patrón. Si al hacendado le gustaba una mujer (hermana, esposa o hija de un
trabajador) simplemente se la llevaba con él y el peón no podía protestar.
El patrón tenía la facultad de castigar
con latigazos, encarcelar o matar al trabajador. Con la complicidad de sus
esbirros se le acusaba al peón de robo y lo encerraban de por vida en las más
inhumanas prisiones.
Sobre los trabajadores pesaba la
maldición de la llamada tienda de raya. En
donde el patrón obligaba a sus empleados a comprar sus alimentos y enseres para
cubrir sus necesidades básicas, a precios sumamente elevados. De tal manera que
el empleado nunca terminaba de pagar y siempre estaba endeudado con el patrón.
Si el trabajador moría, sus hijos heredaban la deuda en la tienda de raya.
Como respuesta surgieron hombres
que rebeldes al sistema fueron declarados fuera de la ley. Convertidos en
bandidos asaltaban a los ricos para compartir con los pobres el botín que
obtenían, según las leyendas populares.
En Culiacán, Jesús Juárez Mazo
fue uno de ellos. Comenzó asaltando a los ricos hacendados que viajaban, a
caballo o en carreta, por los caminos del valle de Culiacán. De la espesura de
la sierra brotaba una figura cubierta de ramas verdes con pistola en mano que
los despojaba de todos los valores y tan rápida como salía, desaparecía. Fue por
eso que lo apodaron Malverde
Sus robos los hizo después en las
casas de las familias más ricas de Culiacán, en forma espectacular y atrevida.
Pronto fue conocido por el pueblo, ya que acostumbraba repartir su botín con
los pobres de la región, y su fama de hábil ladrón fue ampliamente comentada.
Se cuenta que un día el bandolero
hizo pública su intención de entrar a robar la espada del gobernador, Francisco
Cañedo, quien al conocer la historia redobló la vigilancia de su hogar. Sin
embargo, una mañana se sorprendió al no encontrar su espada. Malverde cumplió
su amenaza.
Según la leyenda el gobernador
ordenó su búsqueda, pero el hábil bandido siempre pudo escapar a sus enemigos.
Más un día, Malverde se sintió gravemente enfermo y se refugió en una cueva, en
donde lo encontraron los esbirros del general Cañedo y lo ahorcaron, en las
ramas de un gran mezquite a orillas del antiguo camino a Navolato, un 3 de mayo
de 1909. El cuerpo de Malverde estuvo
colgado por varios días con un aviso de cárcel a quien se atreviera a
enterrarlo.
Sin embargo, una mañana un
arriero que buscaba unas mulas extraviadas acertó a pasar por el árbol, y al
ver el cuerpo colgado del bandido se acordó de lo bueno que había sido con los
pobres y le pidió ayuda para encontrar las mulas y a cambio él lo sepultaría.
En ese momento los animales emergieron de la espesura y se dirigieron directamente
al cuerpo de Malverde.
El arriero bajó el cuerpo y lo sepultó,
poniendo un montículo de piedras alrededor y arriba del cuerpo formando una
tumba (no lo enterró obedeciendo la prohibición). El hombre comentó el hecho y
la gente comenzó a visitar la tumba, llevando piedras para colaborar con las
sepultura.
Otra versión señala que el ánima
de Malverde se apareció a una señora, de nombre Tomasa, para decirle dónde se
encontraba un tesoro enterrado y a cambio le pidió que fuera a visitar su
tumba. Este suceso fue ampliamente divulgado entre la población llevándole
veladoras y ofrendas.
El relato de sus milagros pronto
se esparció y llegó a los oídos del gobernador Cañedo quien mandó sacar los
restos del bandido, y una mañana, la tumba amaneció abierta y vacía. Pero el
pueblo siguió llevando ofrendas al lugar.
El testimonio personal más
antiguo sobre el culto a Malverde lo dio Manuel Lazcano Ochoa, quien en sus
memorias Una vida en la vida sinaloense, escribió: “toda la zona por donde se
encuentran las oficinas administrativas del gobierno del estado en la capital,
hace unos años era prácticamente un matorral. Era casi inaccesible”.
Y agrega: “en medio de ese monte
espeso pasaba el camino viejo a Navolato. Y por ahí estaba una crucecita en la
que la gente al pasar ponía piedras. Era la cruz de Malverde. La razón del
culto obedecía a la creencia de que en vida había sido un bandido generoso del
siglo pasado, un Chuchito el roto sin mucha importancia”.
Lazcano Ochoa, quien fuera
secretario de gobierno en el mandato de Francisco Labastida, relata en su
libro: “me tocó la misión de recibir en el aeropuerto de Culiacán al entonces
gobernador del estado de Chihuahua, Fernando Baeza, quien hacía una visita al
primer mandatario estatal. Para mi sorpresa, me pidió que primero lo llevara a
conocer la tumba de Malverde y luego fuéramos a saludar al gobernador
sinaloense”.
La ciudad creció y alrededor de
la cruz se fundaron colonias y los visitantes y creyentes en Malverde
aumentaron. El gobernador Alfonso Calderón Velarde tenía el proyecto de
construir un centro que albergara las principales oficinas del gobierno
estatal. En un área cercana a la cruz se inició la construcción de la Unidad
Administrativa de Gobierno.
Entonces, se decidió derrumbar la
cruz para darle paso a la modernidad. Y aquí surgió otra de las leyendas del bandido.
Contaba Eligio González León, cuidador de la capilla de Malverde durante más de
treinta años (hasta su muerte en 2004), que “poderosos buldózer limpiaron y
emparejaron los terrenos pero al llegar a la cruz, misteriosamente, se
descomponían. Incluso una mañana todos
los cristales del flamante palacio de gobierno, ya casi terminado, amanecieron
quebrados”.
Ante la inminente destrucción de
la tumba, una comisión de feligreses de Malverde se reunió con el gobernador
Calderón, quien dispuso que en un terreno cercano a las vías del ferrocarril -a
unos cien metros de donde se encontrara la tumba original- se construyera otra
cruz, que luego se convirtió en capilla. Ahí, el busto de Jesús Malverde puede
apreciarse rodeado de flores, veladoras e imágenes de la Iglesia católica como
la Virgen de Guadalupe y San Judas Tadeo (patrón de los casos difíciles y
desesperados).
Eligio González relató que al
fallecer Amado Carrillo, “el señor de los cielos”, periodistas de todo el mundo
llegaron a la capilla para interrogarlo sobre Malverde. Al parecer, el
narcotraficante tenía un busto del bandido generoso en su capilla personal, lo
que llamó la atención de la prensa internacional.
Sobre Malverde se han escritos
folletos, libros, reportajes y películas. En 1984, el dramaturgo sinaloense
Oscar Liera escribió una obra teatral sobre la vida del bandido titulada: El
jinete de la Divina Providencia. Esta obra fue montada por el Taller de Teatro
de la Universidad Autónoma de Sinaloa (TATUAS) y tuvo gran éxito en el Festival
de Manizales, Colombia; en el Festival Latino de Nueva York, Estados Unidos y
en el Festival Internacional Cervantino de Guanajuato.
También fue llevada al cine bajo
la dirección de Oscar Blancarte. El sociólogo y cinematógrafo chileno radicado
en Austria, Carlos Cortés llegó en 1998 a Culiacán a realizar un cortometraje
sobre Malverde para la televisión europea.
De este personaje abundan
testimonios orales de favores concedidos. El pueblo ha creado un culto a su
figura que ha trascendido el ámbito regional y nacional, ya que es reverenciado
en Estados Unidos, Centroamérica y Europa.
“En algún momento de su existencia,
que coincide con el repunte y desarrollo acelerado del mercado de las drogas en
Estados Unidos, los traficantes más creyentes lo adoptaron como protector
espiritual. Un patrono de origen local y popular, como ellos, con más puntos en
común desde su perspectiva que los de la Iglesia católica”, reseña un estudio
de Luis Astorga, investigador de la UNAM.
Eligio González dijo: “a la
capilla acuden toda clase de personas, sólo que los narcos se identifican con
él porque fue un bandido, alguien que estaba fuera de la ley, de ahí viene esa
identificación”.
Y tan es así que, las serenatas
con las alegres notas de la tambora se escuchan casi a diario en la capilla de
Jesús Malverde, a quien los narcotraficantes han tomado como su santo
protector. El busto de Jesús Manzo es hoy, a pesar de muchos sinaloenses, un
ícono que identifica a Culiacán. Y más que eso, un mito que cada vez sorprende
más a propios y extraños.